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Si el coñac nació para viajar, es porque el delicado vino de la Charente no soportaba el viaje. Los holandeses empezaron a destilarlo en Brandewijn, el "vino quemado" que dio nombre al coñac, y lo bebían con agua.
Una vez que este brandy fue destilado por segunda vez, lo que concentró sus aromas, nació el coñac.
En esta forma, las preciosas botellas podían soportar largos viajes a bordo de los barcos mercantes que lo transportaban por todo el mundo, trayendo especias y maderas preciosas de sus lejanos destinos.